Entre mocos y cubiertas de charol
Las palabras ya han sido demasiado. Necesito un poco de contacto humano, tacto, sudor, manos, abrazos, olores, charcos de placenta conjugados con toscos amuletos encargados por la vid de tu presencia-ausencia humana. Y no lo entiendo. Ya ha pasado tanto y de tanto y yo, continúo en un continuo devenir ultrajante. Las palabras se van repitiendo. Los tiempos son otros, instantes perdidos. Tango. El timbre, la llamada, las llaves, pensarás que no pero igual y sí. Tengo un cierto deseo de encontrarte. No tengo llaves perdidas. Mas bien las tengo a la mano; pero deberías ver cómo se me esconden cuando tu respiración está más cerca de mi cara. Mi cara es como el viento, viene, se agacha, revolotea. Tu cara es una piedra y tú vas, regresas a tierra como cenzontle, animalejo de dos patas. Aún así respeto la osadía de tus miradas, son como avispas, mitad cangrejo, mitad valero-ya- no-sé-qué. Las tardes mansas, dolor en la panza, recuerdo viviendo junto con otro naciente en las entrañas. Se podría decir que lo hemos destruido pero la verdad es que nunca hemos creado nada. Nada más que un recuerdo absurdo lleno de faltas y de fallas y de nada. De nada, perdón, salud y gracias. Como el vino, la falta de tiempo, la esperanza, y de repente, un calor incontrolable lleno de nostalgia. Tiempo, tiempo y no da nada. Vistazos sólo da, como palabras. Y éstas resquebrajan la aspereza ya madura, la salud sin calma, los brazos rotos, las pastillas-lágrimas pasadas. Ven, ayuda corazón, los hechos no trabajan. Alquila en tu lugar un buen plato de habas sin semilla con alcohol para darle espacio y sinsabor a la garganta que de tanta huída al sur va quedándose tapada. Y las voces y los gritos, las vueltas de tuerca, todo va quedando en un atrás ligero mientras mi persona avanza y ve luces negras que no alcanza.
Me gustaría correr, muy lejos, tan sólo para decirte que ya no me importa, que me pica el pecho, que tal vez haya sido una araña, o tal vez tu viuda querrá venganza. Sin embargo estoy acá, escribiendo tres o cuatro líneas con tu figura impregnando mi sinsaber y la locura no me sirve ahora para encontrarte. La luna ya no aparece a las noches, así como los murciélagos y mariposas blancas se fueron esparciendo en cada una de las fotos tomadas que deben andar en artefactos de poca calidad a la deriva de que alguien les dé nuevamente una fructuosa bienvenida. La cavidad se angosta. Quiero eso, ese principio, ese final antes del final que, seamos sinceros, no ha sido aún definitivo. Me pregunto por qué has vuelto a buscarme. No tengo cabeza, ni razones, ni pensamientos coherentes que me den una explicación azarosa para ese ventrílocuo retrato que en sociedad, más no en o a puerta cerradas, presentas. Ahí va la luna siguiendo a la noche. Ahí va la pérdida y el llanto sin molestias acuíferas combinantes. Revoloteo, caigo, me levanto. Adorno, pienso, siento, vivo, canto, lloro, amo, no amo, me engaño, suelto, arrojo, recojo, abro, veo y no descubro, abro, suelto, engaño, a medias logro un sinfín de escucha y buenaventura que no pudo decidirse a esconder los platos rotos ni la escoba con forma de cucaracha que entre la congoja y el fuero interno de la sinceridad con que trabajo, he llegado a percibir que el alivio de no tener ni ciudad, casa o plaza, o helado de vainilla con jacarandas en lugar de aviones subversivos, no alimentan más que con patadas los aposentos claros, claridades, conjeturas, arbitrariedades, soledades conjuntas y hasta uno que otro pajarillo pardo que si se me antoja, atraigo y quedo como papel en salsa blanca objetualizando lo que no puede ser objetualizado. Divago y entre tanta aburrición inventada en estratos de poca conciencia temprana, mañana, voy a continuar extrayendo pedacitos de cola-loca insertados dentro de faldas que si no me ves, montañas, alharaca y compasión. Dime si no he excedido el trato hecho entre la asquerosa compañía que te acompaña y tu calmada fuerza egoísta peladumbre siniestra honestidad que no muestras conmigo, aunque digas que lo hagas y que no ha traído más que frustraciones momentáneas, antes, largas, a mi ser.
Entre mocos y cubiertas de charol, atardeciendo va la mañana que no acaba pues el pusilánime trato que ha sido callado pero amanecido lento a mi espalda no ha sido cumplido; ni cerca ni lejos me encuentro de esa playa que en agosto me decías sería parte de mi existir. Ya no quiero caer más en los mismos trastes sucios. Ya caminé sobre piedras, muchos pisos, mucho alambre, muchos picos contigo, si no en los pies, quizá tal vez en el sexo o en la cabeza. No más trasnoches escuchando la bocina del coche que no llega. Las plantaciones a veces suelen marcharse para estar contentas. Hay, existen lugares en donde las plantas, o se marchitan o se secan. Y tu pecho ya contiene demasiada enredadera. Ahora súmale tres gatas que no son más que una, que te hacen la barba. Pa qué me quieres ahí entre tanta maleza, maleza mala. Yo no pongo un alto porque sé que debajo morimos, tal vez tú sólo un poco, por lo ofrecido, no cantado que se dio una tarde de verano y que nos trajo la sorpresa de juntar músculo y manos y un aliento seco y seco, pero sin dudarlo, egipciano, que provocó rupturas y revueltas pero que al final, todo ha sido en vano.
2 comentarios
Daniel Eduardo Gomez -
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Un abrazo
Daniel Eduardo Gomez -