Paredes de satén
Vacío
La necesidad cubierta de dos entes encadenados se vuelve insuficiente dentro de un cubo de dominó.
Las características abrigadas no dan para cometer siniestros corolarios mas el cuerpo sintiente no se deja pensar y se pelea con la ultratumba del silencio magullado.
Contengo.
Mas la savia se me sale de los dedos. Busco.
Me pregunto si la cabeza no acabará dando tumbos contra las cortinas.
Amanece de noche en esta ventana de humo y me hundo en la cacería de un templario secuestrado que está muerto. Divago entre las tormentas de menta y el suspiro, los cuerpos entrelazados, sangre en las paredes, un baño acolchado que apesta y se expande entre los huesos de un porvenir no venidero donde me enredo.
Recojo la saliva, el corsé pegado a esta espalda de madera con un adiós entre los labios que no dice nada y que entrevera todo el equilibrio del caos acontecido.
Dentro de un hueco de conejo con cajitas derrumbadas, amparo al podrido sabor de la catapulta desbordante de mentira mientras catafixio las canicas de hule por un concéntrico seguro reglamentado, creado para la divergencia de lo imperante. Quisiera develar el destiempo de ventura, absurda seguridad traspapelada del que los cerillos transparentados no deberían darse a conocer pues la quinceava celulítica derivada del derecho de cambio simplemente desvanece lo que quizás albergara encuentros menos suministrados de malicia entremarcada.
Casi pierdo las piernas en un intento por no caer en tu humor de gallardo sulfurante. La sinestesia no cabe entre la zona que alterna mis caderas con el hervor de un tumor rítmicamente agitado. Acaba con mi ser desbordante, al final, mátame.
Mátame que quiero quedar abrigada entre tus piernas, quiero que derrumbes este pecho de madera y me mallugues a diestra y siniestra para sentir lo que mi cuerpo ya de por sí siente, que me estoy perdiendo sin perderme aún. Quiero perderme. Perderme de ti, en ti, sobre ti. Corolariamente hablando, necesito sentir lo que mis labios tiemblan para deshacerme de mí y acuñar el universo entero entre mis paredes de satén.
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