...
Un corazon crece y se destroza
No mil par de lunas entreveradas de destierro.
La vida no hace sentido.
He muerto.
Un corazon crece y se destroza
No mil par de lunas entreveradas de destierro.
La vida no hace sentido.
He muerto.
Despues de mucha tortura y mucho espanto aquí estoy despidiéndome de ti.
No quiero vivir más con el rencor que me acoge a tu lado por tanta tergiversación de fondos involucrados.
El pecho me duele y cuento los lagrimones que no me salen de la cara.
Te he perdido hace mucho
Y ya no encuentro como caminar de regreso.
Tal vez si no tuviera los días contados hubiera ideado algo para que esto no se fuera derechito al barranco pero ya ves, no sé hacer esto.
Me acongoja tener ojeras, las piernas chuecas y las nalgas caídas y más que conocidas y ultra-mega-reconocidas.
Los ovarios los tengo dolidos. Tengo tetas de vaca y me siento como una hormiga
Si hago un recorrido de lo que viví contigo, me quedaría de inicio, toda la vida contigo. Mas si me veo parada así como estoy, entiendo y recontra entiendo que lo sacrificado ya fue perdido.
Decidimos romperlo, arrugarlo y desecharlo a la basura como un papel con demasiados escritos malversados.
Despego una a una las páginas del destierro.
Aúno los pedazos de tierra que no me dejan establecer contacto contigo.
Y desfallezco entre el pasado y lo no visto.
Te quiero, te quise siempre y he decidido guardar la siniestra embergadura de tu ser dentro de mi.
Amarte ya no me es suficiente. Te traslado hacia la mar de mi hueco trashumante para que la vida se me preste más liviana y sin rencores.
Te vi demasiado lejos, demasiado pronto.
Te desato de mi.
Adios.
Vacío
La necesidad cubierta de dos entes encadenados se vuelve insuficiente dentro de un cubo de dominó.
Las características abrigadas no dan para cometer siniestros corolarios mas el cuerpo sintiente no se deja pensar y se pelea con la ultratumba del silencio magullado.
Contengo.
Mas la savia se me sale de los dedos. Busco.
Me pregunto si la cabeza no acabará dando tumbos contra las cortinas.
Amanece de noche en esta ventana de humo y me hundo en la cacería de un templario secuestrado que está muerto. Divago entre las tormentas de menta y el suspiro, los cuerpos entrelazados, sangre en las paredes, un baño acolchado que apesta y se expande entre los huesos de un porvenir no venidero donde me enredo.
Recojo la saliva, el corsé pegado a esta espalda de madera con un adiós entre los labios que no dice nada y que entrevera todo el equilibrio del caos acontecido.
Dentro de un hueco de conejo con cajitas derrumbadas, amparo al podrido sabor de la catapulta desbordante de mentira mientras catafixio las canicas de hule por un concéntrico seguro reglamentado, creado para la divergencia de lo imperante. Quisiera develar el destiempo de ventura, absurda seguridad traspapelada del que los cerillos transparentados no deberían darse a conocer pues la quinceava celulítica derivada del derecho de cambio simplemente desvanece lo que quizás albergara encuentros menos suministrados de malicia entremarcada.
Casi pierdo las piernas en un intento por no caer en tu humor de gallardo sulfurante. La sinestesia no cabe entre la zona que alterna mis caderas con el hervor de un tumor rítmicamente agitado. Acaba con mi ser desbordante, al final, mátame.
Mátame que quiero quedar abrigada entre tus piernas, quiero que derrumbes este pecho de madera y me mallugues a diestra y siniestra para sentir lo que mi cuerpo ya de por sí siente, que me estoy perdiendo sin perderme aún. Quiero perderme. Perderme de ti, en ti, sobre ti. Corolariamente hablando, necesito sentir lo que mis labios tiemblan para deshacerme de mí y acuñar el universo entero entre mis paredes de satén.
He de mentirte, entregarme con dolo al sentimiento ufano de desdicha. No quiero nada más que tu presencia circundante. Quizás en el infortunio de encontrarte he traspasado lo que no creía encontrar. Me he desquitado del sirviente malsano que desdichó mi vida a diestra y siniestra, sin embargo, congelo la vid de la esperanza, ya no puedo más. He decidido huir del descalabramiento insano de esta injusta mala vida incrustada en besos de cal al mismo tiempo que la arena, o invisible, inservible, desastrosa circunstancia vana, no me deja estar.
Corolarios encuentros desperdiciados
La negativa es la única infamia que ha podido acelerar el proceso de desequilibramiento constante La palabra siempre,
Siempre y nunca y un letargo de manifestaciones circundantes.
(He de decir
que para entonces
si la cabeza no me explota
iré a colarme
entre la parrilla de un camastro.)
Huiré entonces, sin pasos, a otro lado, esperando encontrar siempre la espera, la maldita espera retardada del encuentro mediocre de malsana convivencia
terrible contingencia que se ufana
de ser lo que no puede ser pero será.
Te quiero, y enveneno las pisadas puestas en el piso de madera con chapopote liquido mas ya no quiero perseguir lo imperseguible.
Me he deshecho de ti. Te he vivido sin vivirte la vida que me arrastra frente al destiempo, el letargo, desencuentro de miradas, ya no será más.
He
Decidido
Quedarme
Con
Mi
Matriarcado
empezar a florecer incipientemente en busca de un humor entrelazado más cercano, he reencontrado la fuerza del vestigio plano. Ya no hay más. Sólo queda esta locura eterna, palabras sin relleno, ruinas plasmadas en devenires ultrajantes. Mi mirada recorre el equilibrio de frente al oscuro, no vivir por más, sino desear de más; empotrar la agonía en marcas de estos chorros que salen de la punta de mis dedos para aplacar la memoria y entonces, al vestirme de silencio, cabeza en alto, miro al cielo y el silencio queda como único vestigio de lo que renace entre ligamentos podridos de necesidad.
Ah, pensamiento incrustado,
Respira
Respira
(Suspira)
…
Volcada a quererte con denotada inconsciencia.
Y tú,____________parada,___________en medio de la nada,__________inconsciente.
Decirte con palabras el error de no haberte dicho nada.
Encontrar la figura abandonada de tu ser, cuando dices cardo o ceniza.
Me desarmas en noches de inconsciencia.
Y he de vivirte armada hasta los huesos de esta soez buenaventura de tenerte al lado sin tocarte mas que en abrazos de poca envergadura.
Me haces mierda en este vaivén deslizante que acarreas contigo.
Y no decir, no hablar por el temor a la huida de tu mirar andante.
Sin conocerte,
sin buscarte,
sin darle cabida a la desgracia,
solo así, trashumante y humana,
te me caes del pozo adveneciente de agua.
Y el no saber no quita lo perdido. Te quiero y mientras te quiero, olvido, porque no hay más de ti, de lo que hay en mí en tu camino en vilo.
Por eso me desmayo, y en el inconsciente te llevo cargando a estructuras menos estables para robarte de a ratos en la inconstancia de lo que no se puede ver, porque no es, pero es ahí donde te quiero, en el rojo del cansancio cantado, en la tabla de menor altura, en mi sueño a oscuras, allá arriba en donde lo que no se toca se derrumba, en donde puedo combinar la mortaja con la basura y en donde si te vas no te recuerdo porque no estás.
Cartas y flores como recuerdos de palabras dichas en algún momento con un fondo de Julieta Venegas como música circundante. Será que llevo más de cinco años esperando algo que no debería esperar, y tan sólo porque el corazón dice que sí. La sin razón mezclada con la razón y con ella mil razones para ser y esperar. Historia e historias. La fascinación constante por los ojos, en ese intento de descubrir de qué se trata, todos ellos alrededor de un ojo de reptil. Sí, soy culpable.
¿Y la vida? Pasa, me pasa; como un cuello largo de jirafa. Últimamente me he acostumbrado a mi cara. Me miro al espejo en un intento por controlar lo incontrolable y aún así, me sigo preguntando si es posible.
Pensamientos amorosos pasan, con un chinga a tu madre escondido al lado del Frankenstein, que se encuentra debajo de "Las descentradas". Poca tolerancia a la frustración.
Tengo unas ganas tremendas de decir lo que no me atrevo a decir. Tantas, tantas ganas
Tiento caras, nombres, olores. Busco ya no pelearme y sólo ser, lo intento, a veces lo logro. Luego se me olvida. Descubro y me maravillo. Hoy, por ejemplo, fue un buen día. Ojalá el tiempo pudiera alargarse a antojo.
Sé que en algún lugar nos hemos visto y te recuerdo; te recuerdo cada noche en vela con el corazón cantándome colores provenientes de tiempos lejanos, tiempos en los que las coletas en el pelo, las cinturitas acomodadas y una que otra risa falsa parecían ser lo que tenía importancia; ahora, si pienso en ello, me vuelvo una especie de avestruz que mete el cuello entre cajones, cajitas de música, flautas o edredones, sonrojándome por aquello que fui y ya no soy.
Te recuerdo, busco los encuentros, las caras, las lunas o los días en los que te he visto, me escondo entre las flautas, los faroles, los charcos, mi cara busca la tuya en el espejo, que de tanto esperar se ha empañado y he de confesar que te me has vuelto insoportable.
He salido a buscarte, ando caminando a todas horas con el corazón en la mano, en las piernas, las rodillas, los cayos, y está solamente esta urgencia, esta vana urgencia que me arrastra a querer encontrarte.
Me tienes vacía, hecha un fiasco, no vivo, no respiro, no como, no alimento. A pesar de toda la mierda interna, hay mucho chocolate caliente en la sangre que entrego a borbotones con aceite y ajo para comer, pues contigo se ha perdido me he quedado en limbo, me has vuelto incandescente, se me rompen las piernas, los nudillos, la cabeza, me desvelo, y no me paro si no es para buscarte.
¿Pero dónde te busco, dónde encontrarte?
Se me ha perdido tu casa, tu casa en esa tierra de enormes rosales, en esa tierra que he llegado a decir mía y que es sólo tuya. Sólo tuya porque yo no he podido trascender el discurso de la fibra sensible que hace a nuestra tierra. Me encuentro con las manos atadas. Y de repente te he visto, te he visto como nunca antes te había visto, con lucecitas de colores alrededor de la cabeza, te he visto en lo micro y en lo macro, te he visto renacido, envitrado, descolorido, he visto más allá de ti, te he visto en lo siniestro y en lo sano, esparcido, retroalimentado y he querido decirte desde entonces que me has hecho volteretas, que ya no sé qué me pasó, me has embrujado con toloache.
¿Quién eres, qué eres?, porque yo no había visto nunca antes nada igual. Me maravillas. Y sólo estoy aquí para decírtelo. Sólo estoy aquí para decirte que eres una maravilla. Y que no sé qué es lo que a mí me toque. Tal vez consideres esto demasiado absurdo pero no puedo evitarlo, ya pasa de mí. Pasa de mí, y te lo devuelvo, porque es muy grande y porque es tuyo.
Y en todo esto, también voy yo de paso: soy tuya, aún cuando no nos encontremos, aún cuando el tiempo diga que tu y yo, no nos hemos visto, aún cuando la gente piense que tu y yo no nos conocemos, yo sé que te he visto y sé que de algún lado te conozco porque te recuerdo y algo acá adentro, entre el hipotálamo y las costillas, me dice que eres mío.
Así que he venido a contarte que dentro de todo esto, en lo que parece no haber nada, me he encontrado en ti y he armado de todo eso una serie de palabras que en conjunto no dicen más que: estoy avasallada de ti, y espero, tan sólo el momento para ir a buscarte y al encontrarte no decir nada, más que con la mirada, me tienes de ti.
Sólo quería contarte.
Las palabras ya han sido demasiado. Necesito un poco de contacto humano, tacto, sudor, manos, abrazos, olores, charcos de placenta conjugados con toscos amuletos encargados por la vid de tu presencia-ausencia humana. Y no lo entiendo. Ya ha pasado tanto y de tanto y yo, continúo en un continuo devenir ultrajante. Las palabras se van repitiendo. Los tiempos son otros, instantes perdidos. Tango. El timbre, la llamada, las llaves, pensarás que no pero igual y sí. Tengo un cierto deseo de encontrarte. No tengo llaves perdidas. Mas bien las tengo a la mano; pero deberías ver cómo se me esconden cuando tu respiración está más cerca de mi cara. Mi cara es como el viento, viene, se agacha, revolotea. Tu cara es una piedra y tú vas, regresas a tierra como cenzontle, animalejo de dos patas. Aún así respeto la osadía de tus miradas, son como avispas, mitad cangrejo, mitad valero-ya- no-sé-qué. Las tardes mansas, dolor en la panza, recuerdo viviendo junto con otro naciente en las entrañas. Se podría decir que lo hemos destruido pero la verdad es que nunca hemos creado nada. Nada más que un recuerdo absurdo lleno de faltas y de fallas y de nada. De nada, perdón, salud y gracias. Como el vino, la falta de tiempo, la esperanza, y de repente, un calor incontrolable lleno de nostalgia. Tiempo, tiempo y no da nada. Vistazos sólo da, como palabras. Y éstas resquebrajan la aspereza ya madura, la salud sin calma, los brazos rotos, las pastillas-lágrimas pasadas. Ven, ayuda corazón, los hechos no trabajan. Alquila en tu lugar un buen plato de habas sin semilla con alcohol para darle espacio y sinsabor a la garganta que de tanta huída al sur va quedándose tapada. Y las voces y los gritos, las vueltas de tuerca, todo va quedando en un atrás ligero mientras mi persona avanza y ve luces negras que no alcanza.
Me gustaría correr, muy lejos, tan sólo para decirte que ya no me importa, que me pica el pecho, que tal vez haya sido una araña, o tal vez tu viuda querrá venganza. Sin embargo estoy acá, escribiendo tres o cuatro líneas con tu figura impregnando mi sinsaber y la locura no me sirve ahora para encontrarte. La luna ya no aparece a las noches, así como los murciélagos y mariposas blancas se fueron esparciendo en cada una de las fotos tomadas que deben andar en artefactos de poca calidad a la deriva de que alguien les dé nuevamente una fructuosa bienvenida. La cavidad se angosta. Quiero eso, ese principio, ese final antes del final que, seamos sinceros, no ha sido aún definitivo. Me pregunto por qué has vuelto a buscarme. No tengo cabeza, ni razones, ni pensamientos coherentes que me den una explicación azarosa para ese ventrílocuo retrato que en sociedad, más no en o a puerta cerradas, presentas. Ahí va la luna siguiendo a la noche. Ahí va la pérdida y el llanto sin molestias acuíferas combinantes. Revoloteo, caigo, me levanto. Adorno, pienso, siento, vivo, canto, lloro, amo, no amo, me engaño, suelto, arrojo, recojo, abro, veo y no descubro, abro, suelto, engaño, a medias logro un sinfín de escucha y buenaventura que no pudo decidirse a esconder los platos rotos ni la escoba con forma de cucaracha que entre la congoja y el fuero interno de la sinceridad con que trabajo, he llegado a percibir que el alivio de no tener ni ciudad, casa o plaza, o helado de vainilla con jacarandas en lugar de aviones subversivos, no alimentan más que con patadas los aposentos claros, claridades, conjeturas, arbitrariedades, soledades conjuntas y hasta uno que otro pajarillo pardo que si se me antoja, atraigo y quedo como papel en salsa blanca objetualizando lo que no puede ser objetualizado. Divago y entre tanta aburrición inventada en estratos de poca conciencia temprana, mañana, voy a continuar extrayendo pedacitos de cola-loca insertados dentro de faldas que si no me ves, montañas, alharaca y compasión. Dime si no he excedido el trato hecho entre la asquerosa compañía que te acompaña y tu calmada fuerza egoísta peladumbre siniestra honestidad que no muestras conmigo, aunque digas que lo hagas y que no ha traído más que frustraciones momentáneas, antes, largas, a mi ser.
Entre mocos y cubiertas de charol, atardeciendo va la mañana que no acaba pues el pusilánime trato que ha sido callado pero amanecido lento a mi espalda no ha sido cumplido; ni cerca ni lejos me encuentro de esa playa que en agosto me decías sería parte de mi existir. Ya no quiero caer más en los mismos trastes sucios. Ya caminé sobre piedras, muchos pisos, mucho alambre, muchos picos contigo, si no en los pies, quizá tal vez en el sexo o en la cabeza. No más trasnoches escuchando la bocina del coche que no llega. Las plantaciones a veces suelen marcharse para estar contentas. Hay, existen lugares en donde las plantas, o se marchitan o se secan. Y tu pecho ya contiene demasiada enredadera. Ahora súmale tres gatas que no son más que una, que te hacen la barba. Pa qué me quieres ahí entre tanta maleza, maleza mala. Yo no pongo un alto porque sé que debajo morimos, tal vez tú sólo un poco, por lo ofrecido, no cantado que se dio una tarde de verano y que nos trajo la sorpresa de juntar músculo y manos y un aliento seco y seco, pero sin dudarlo, egipciano, que provocó rupturas y revueltas pero que al final, todo ha sido en vano.
Ahora, en este momento, me siento adherida a un recuerdo viscoso
Tanto así como un licor ahumado enterrado en una almohada.
Anhelo: nada.
Ahogada entre alcohol y pecaminosas sustancias
Espero un encuentro fructuoso dentro de una caja,
Exhausta, entre voces y penumbras: Incendio de alharaca.
Un búho con forma de cuervo se trepa en las ramas de un árbol mientras las hojas de un barco se baten en el mar.
Ahondo en enhebrar las huellas concebidas,
Mas todas quedan ahuyentadas ante lo inhóspito de lo circundante.
Fue tu esencia de bohemio incauto
Que predijo no hacía coherencia el respirar.
Te veo, a veces desahuciado, deshabitando la cohesión de lo implantado
Cohibido hasta los huesos pero exhibiendo la alterna paradoja de lo muscular.
Y yo, ya no puedo inhalar ni pétalos hermafroditas, mucho menos té de azahar.
Me siento en una isla, tan sólo para inhalar mi descontento y te eximo de las culpas, los golpes, las alhajas, las caricias, los dulces y las cogidas por detrás.
Ya no quiero que tu adhesiva manía me vuelva a poner ahí donde tú sabes,
Donde no me gusta estar.
Enhorabuena exhalamos el principio, ahorcamos lo venido, deshojamos el final.
Recibo, a final de cuentas, la factura por haberte dejado escondido una vez más.
Te desconozco. Ya no sé quién eres. Tantas caras ya no te he visto que cuando te veo no te encuentro. ¿Qué fue lo que pasó?, te preguntó. Y tú, ya no me contestas nada. Intento animarte a que las superficies cambien mas no sé ni que pedirte pues las profundidades fueron vanas.
Quisiera
Y no quisiera nada.
Si el sentimiento de lo sentido no se ubicara dentro del hipotálamo del descontento (dado que nunca es satisfecho) tal vez, pudiera imaginar que en el presente, el pasado, fue deshecho. Mas como el amor prevalece en el enamorado, no hay orgullo que imprima desprecio ante la puñalada ya infringida tanto del desprecio, como del desencanto y la traición.
Heme aquí implorándole a un traicionero que me devuelva la involuntad de su pecho aunque provenga, esta vez, de la voluntad de la razón. Pues sé que en el fondo del delirio me amaste día por medio y no logro comprender tanta incomprensión, y mucho menos la burla a media luz del sin saber burlado.
Logro oír algunas noches copas rotas de licor brindado. Ojalá la copa no estuviera rota. Ojalá que la esposa fuera otra.
Ahora bien, entre tanto tumulto de calma en yaga ya olvidada, sólo he querido decir que te recuerdo. Y entonces, como sé no habrá respuesta, no invito, no propongo, no me deshago en llamadas. Bienvenidas sean pues, las charlas sin café.
Me gustaría enterrarte bien lejos.
Quitarme esta maraña de pensamientos, vicisitudes, que no me permiten levantarme por la mañana; los mismos que antes no me dejaban dormir por las noches.
He entendido que la bruja que me persigue en sueños es la misma que duerme ahora en tu cama.
Que esa última nota hostil me quita el aliento a través de cada pitada que ingiero pensando que te he olvidado, sabiendo que no es cierto; que me desgarra, de una manera calma; que me desvive, al pasar las horas, al pasar el tiempo: al encontrarme que no es tu carne, sino tu voz la que me da nostalgia.
Que no te encuentro y que ya no busco un encuentro.
Que ya no sé; que he perdido, toda esperanza.
Tal vez es cierto que el tiempo se vuelve lento, que las sonrisas se vuelven vanas, que el tronco pierde significado, que el todo, se vuelve nada.
Y sin embargo, me como pies y manos, me vuelvo cucaracha, me hago pipí en la cofradía de mis sábanas y me invento amores de hojalata; tan sólo para demostrarme que aún con el veneno viajando por mis venas, todavía me queda espacio para respirar vacío y quedarme con la sensación de estar llena; porque sólo así puedo pararme entera, los pies en tierra, mirar aquél o aquello que se me adviene y desplantarle un camisón de púas, con la ilusión de que las punzadas de este devenir ultrajante se despierten nuevamente al acontecer la próxima caída; la cual, no tendrá que ver con tu partida, sino con la llegada de un viejo-nuevo porvenir.
Quédate tú con tu mentira, con esa bruja que nunca será bruja, con esa desventura podrida que ensayas cada día, y aléjate de mi pensamiento por favor por siempre, que yo, quiero seguir bailando.
Es curioso. Cuando no mato, me siento solo. Los vivos no bastan para poblar el universo y alejar el tedio. Cuando estáis todos aquí, me hacéis sentir un vacío sin medida donde no puedo mirar. Sólo estoy bien entre mis muertos. Ellos son verdaderos. Son como yo. Me esperan y me apremian. Tengo largos diálogos con este y aquel que me gritó pidiendo gracia y a quien hice cortar la lengua.
Este barniz no vale nada. Pero volviendo a la luna, fue una hermosa noche de agosto. Hizo algunos remilgos. Yo ya me había acostado. Al principio, ella estaba ensangrentada, sobre el horizonte. Luego empezó a subir, cada vez más ligera, con rapidez creciente. Cuanto más subía, más clara iba haciéndose. Llegó a ser un lago de agua lechosa en medio de aquella noche llena de estrellas apretadas. Llegó entonces con el calor, dulce, ligera y desnuda. Cruzó el umbral del aposento y con segura lentitud llegó hasta mi cama, Decididamente, este barniz no vale nada. Pero puedo decir sin jactancia que la he poseído.
Quiero darte una vida llena de mentiras, sueños, caprichos, complicaciones, sonrisas, tristezas, voces adormiladas, emocionadas a veces. Chistes mal contados, risas con llanto o sin causa o sentido. Sonrojos, desacuerdos, acuerdos, complicismo, malos entendidos, reconciliaciones, impulsos, letras, pies, manos, charcos, pieles, cobertores, palabras inventadas, quereres, haceres, y madrugadas (porque las tardes, noches y mañanas ya tienen su lugar)
Contarle a la gente como fue que llegue a tener un castillo entre las nubes a las fueras de Senegal y de donde salio el cuento ese de que allí vivieron el lobo y caperucita sin la abuela y con el leñador escondido debajo de la cama. Ah, no eso no. Y sin el leñador (rectifico), pues no fue necesario que alguien salvara a caperucita ya que el lobo no tenia mas garras ni colmillas. Colmillos, perdón (es que se me viene la caperuza a la cabeza y estas letras se me escapan).
Y quiero decirte que te amo.
Tal vez demasiado porque a veces siento que algo aca adentro va a explotar cuando te tengo al lado o cuando te pienso o cuando te escucho o cuando te escribo con el miedo atrás de mi tocandome la espalda para ponerse nuevamente enfrente y asi no decirte más nada.
¿Lo dejamos por ahora ahí?
De repente, entro a ver la pagina de mis descontentos y me sorprende ver la mencion de esa edad descontrolada. Sobreviene un darse cuenta. Y los bostezos, los maullidos, las esperas, los cambios de rumbo, todos se avalanzan contre el tope de mis resonadores. Y ese golpe aturde la conciencia.
Despues de la busqueda y de mi reencuentro. Regenero. Me salen pedazos de tela de la cabeza y una gitana baila entre mis cabellos. En donde antes estaban mis pies, ahora hay zapatos.
Me llaman dorotea pero soy un gato.
Tan solo un gato. No más que eso.
Sé exactamente lo que quiero. Quiero que me chupes los dedos de los pies, que me vayas comiendo de a poquito hasta que me dejes seca. O si no seca, deshidratada.
Anda. Besame los brazos, muerdeme las orejas. Lameme el cuello.
Ve recorriendome con tus dedos, con tus manos. Abrazame con tu pecho.
Dejame simplemente sin el suspiro contenido, que quiero quedar deshilachada.
Rota, con el cuerpo abierto y los órganos colgando.
Aquí estoy. Desparramada.
No me puedo levantar.
Siento que me desataron los tendones.
Que me abrieron a tajos.
Y que me están arrancando todo lo que tengo adentro.
Me gustaría enredar mi cabello en una enredadera y poner mis pies sobre un banco para sostenerme.
Para después tirarme en el pasto para que me coman los pájaros.
Estoy muerta.
No me rompiste. Me reventaste.
Me diste fuerte contra la cerca de púas.
¿Qué necesidad..?
¿Que necesidad había de arrancarme los tendones?
Mi pelo huele a vainilla y canela.
Y yo huelo a chocolate y fresa.
Soy todo un té con leche.
No es facil.
No es facil
No es facil
No es facil
Es difícil
Es
No fue
No sera
Es
Es y esta
Y asi esta
Y asi estoy
Y aquí estoy
Y asi es
Ando andando.
Eran las cinco de la tarde, me meti al baño y empece a jalar, caian pedazos grandes en el lavabo, rojos, pura carne, embarrada con sangre. Dolio mucho, pero tire con fuerza.
Tardo más deshacerse de lo más pequeño, de los hilos, de las venas, de los ligamentos, de los coagulos.
Lo deje todo en el lavabo.
Me limpie las manos y abri la llave del agua.
Ahora todos esos trozos estan viajando pero ya no estan conmigo. Andaran por tuberías.
Me deshice de la costra mas dura de pegamento.
Me cubri el hoyo con piel.
Conclusión: tengo los pechos más pequeños.